"Si los adultos toman conciencia de que el propósito de las actividades motrices y sensoriales de las prieras etapas reside en afinar los movimientos y sentidos, con la meta de entrar en un contacto cada vez más delicado con las cualidades del mundo y sacar las esencias de sus realidades, entonces también para ellos la convivencia con los niños adquiere otra cualidad. Y es que, en la vida diaria, hay demasiadas cosas que los adultos hacemos rutinariamente, con apuro y bajo la presión de terminar un trabajo, por ejemplo, para por fin sentarnos a descansar,a leer el periódico o tomar un café con tranquilidad. ¿Cuántas veces cumplimos con nuestras tareas con el sentimiento básico de que "tengo que hacerlo"! Y sin embargo, estando cerca de un niño podríamos detenernos y calmarnos un rato, desacelerar nuestros movimientos y tocar las cosas con un sentimiento de aprecio (...)"
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